viernes, 10 de mayo de 2013

El Gran Jefe

El




Ocurrió de repente, en una noche de verano, mientras subía por una empinada ladera de mi montaña, la misma que desde crío me regaló libertad y felicidad infinitas...



Durante años mi familia ha tenido con esta montaña una profunda relación de afinidad y armonía. 
Siempre estuvo ahí.
Nos regaló su cristalina agua cuando fue necesaria...




















descubrimos la libertad de correr por ella 
sin ataduras ni miedos

















de escalar y saltar sus rocas, de sentir la gozada de gritar salvajemente desde su cima hasta donde nos permitió llegar, regalándonos el privilegio de contemplar la inmensidad del valle


























de la Puesta de Sol Crepuscular...














de sentirnos vivos  y completamente dueños de nosotros mismos





























Quizás las coincidencias no existan y que muchas de las cosas que ocurran sean por un motivo, señales que nos marcan un camino a seguir.

Aquella señal ocurrió en una calurosa noche de Agosto.
Yo corría allá por donde mi espíritu me guiaba

























a mitad del recorrido me detuve para recuperarme del esfuerzo.
Mientras intentaba respirar, noté algo, una sensación de sentirme observado, miré a mi alrededor muy despacio pero no vi a nadie, salvo las rocas, arbustos, y árboles. Afiné el oído pero tampoco descubrí nada, exceptuando un ligero viento y los típicos sonidos del monte...
Sonreí, me limpié el sudor de los ojos con la camiseta y continué saltando por las rocas.
A los pocos momentos me vino la misma sensación con más fuerza si cabe.
Como suelo fiarme de mi intuición, corrí hasta una posición alta medio cubierta por los árboles. Desde allí me proponía aclarar el por qué de esa sensación.

En completo silencio, hice una exploración visual intentando fijarme más atentamente…
De repente, me quedé helado, lo que vi no lo hubiera esperado jamás…
Un rostro pétreo, inmóvil, me miraba fijamente de entre las rocas. Me aproximé lentamente, con una mezcla de sorpresa y nerviosismo por el descubrimiento…

El Gran Jefe estaba allí, a solo unos metros







































con una expresión calmada, orgullosa y libre
mirando desde su posición todo el horizonte, el valle y el cielo…



















nunca he sido muy creyente de
 religiones, cosas místicas o historias raras,   
 ¡soy de Vallekas!  
los de aquí somos, muy... terrenales, muy de barrio, nos gustan las cosas simples y sencillas.
Pero reconozco que descubrir aquella imagen me impactó profundamente …

Desde crío siempre tuve una gran afinidad con los nativos americanos



Cuando los descubrí por primera vez, en las clásicas películas del oeste, me pegaba a la pantalla de la televisión con la boca abierta







































por cómo eran, y cómo se comportaban
















cantando y bailando alrededor de un fuego
sus ropas, pinturas, plumas y adornos
por sentir el  orgullo que tenían de ser quienes eran
Cada vez que había un enfrentamiento entre ellos y la caballería del ejército (nunca me gustó el General Custer) aun sin saber nada de su historia, deseaba que les cortaran la cabellera a todos aquellos malditos rostros pálidos
Pero lo que más me atraía de todos ellos como a cualquier crío, era sentir su libertad
reflejaban lo que significa realmente esa palabra
me transmitieron que ellos  eran los auténticos moradores de aquellas tierras
que tenían toda la razón y el derecho a luchar por mantener lo que les pertenecía por antigüedad  y  proteger a los suyos...
Gerónimo


Toro Sentado


Caballo Loco


Nube Roja


Seattle


A principios del siglo XVII había aproximadamente 9 millones de nativos en Norteamérica.
Dos siglos más tarde su población se había reducido a un millón

No puedo saber si mi encuentro con aquel Gran Jefe estaba predestinado...
pero desde aquel día de finales de los años 80, se convirtió en uno de mis Dioses,
fue un Protector, para mí y mi familia
Durante muchos veranos le rendí tributo cada tarde, visitándole en mitad de la carrera para contemplar la puesta de Sol a su lado
Otras veces subía a media noche y compartíamos el espectáculo del cielo estrellado
o de la luna llena, aullando en recuerdo del hermano lobo
Mucho tiempo después de aquel día aún nos seguimos reuniendo.
Su aspecto al igual que el mío, es un poco más viejo, y cosas importantes han cambiado en mi vida
pero me sigue reconfortando visitarle, porque cada vez que le miro, me recuerda lo salvaje, la valentía, estar agradecido por lo vivido, lo bueno y parte de lo malo, me hace recordar quién soy y lo que he sido...
y cuando desciendo de la montaña, no sé si lo hago como mejor persona,  pero si puedo asegurar que mi espíritu está tranquilo,
con las paces hechas, y ese es un gran paso en la buena dirección,
el más importante...





















































Había una vez un viejo indio Cherokee, contador de historias, que por las noches...























le gustaba rodearse de sus nietos en torno al fuego de la hoguera para narrarles cuentos y leyendas y enseñarles valores de vida















En una de esas noches, con el fuego vivo y crepitando les dijo:



Voy a contaros tres historias que contienen algunas de las enseñanzas más importantes de esta vida, hablan sobre el bien y el mal, sobre el valor y la confianza en uno mismo, y sobre la libertad personal. Valores tan importantes que deberéis aprender y cuidar siempre...




"Dos Lobos"



-¡Dentro de todos nosotros, se está librando una gran pelea, entre dos lobos!

Uno de los lobos es Maldad,

es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, temor, avaricia, envidia, dolor, rencor, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego...

El otro lobo es Bondad,

es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, benevolencia, empatía, amistad, generosidad, verdad, tolerancia, respeto, compasión y fe.



-Esa  pelea está ocurriendo dentro de cada uno de nosotros durante toda la vida.

Los pequeños críos en silencio, se quedaron pensando con la vista perdida en las llamas de la hoguera.

Uno de  ellos le preguntó:

Abuelo,
¿cuál de los dos lobos gana?

El anciano indio mirándole respondió:


“Aquel que tú alimentes”











"El rito de paso de la infancia a la juventud de los indios Cherokee"

Cuando el niño empieza su adolescencia, su padre lo lleva al bosque, le venda los ojos y se marcha dejándolo solo.

Tiene la obligación de sentarse en un tronco toda la noche y no quitarse la venda hasta que los rayos del sol brillen de nuevo en la mañana.

No puede pedir auxilio a nadie.
Si sobrevive a esa noche, se  convertirá en un hombre.
El niño está naturalmente aterrorizado.
Oye toda clase de ruidos…bestias salvajes que rondan a su alrededor, lobos que aúllan,
quizás algún humano que pueda hacerle daño, escucha el viento soplar y crujidos a su alrededor,
Sentado estoicamente en el tronco, tendrá que reprimir sus ansias de quitárse la venda y echar a correr, deberá mantenerse alerta pero intentando templar su espíritu, conviviendo durante esa larga noche con sus miedos y temores reales o imaginados, porque ésa es la única manera en que puede llegar a convertirse en un hombre.

Después de una terrible y larga noche, por fin aparecen los primeros rayos del sol y el crío al sentirlos se quita la venda…

....es entonces cuando sorprendido descubre a su padre sentado junto a él.

Su padre no se ha ido, no le ha dejado solo, no se ha separado de él en ningún momento.
Ha velado toda la noche en silencio sentado en un tronco para proteger a su hijo de los posibles peligros sin que él se dé cuenta








"El Águila y El Halcón"

Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu,

el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, 
Toro Bravo...


y la hija del Jefe, una de las más hermosas mujeres de la tribu, Nube Azul...


Anciano, -dijo el joven guerrero-

Nos amamos, nos queremos tanto que tenemos miedo de perderlo y queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, que nos garantice que podremos estar siempre juntos, 
que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

Por favor, ¿hay algo que nos ayude o que podamos hacer para conseguirlo?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando sus palabras...


Hay algo,-dijo el viejo- pero no sé... 
es una tarea muy difícil y sacrificada.

Nube Azul... -dijo el chaman-
¿Ves el monte al norte de nuestra aldea?

Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, cazar el halcón más hermoso y vigoroso.
Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena.

¿Comprendiste?


Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo- deberás escalar la montaña del Trueno al sur de aquí. Cuando llegues a la cima, tendrás que encontrar a la más brava de las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva,
el mismo día en que deberá haber regresado Nube Azul.

¡Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron despidiéndose y partieron a cumplir la misión encomendada,

Ella hacia el norte y él hacia el sur.

Pasó el tiempo y el día establecido, el tercero, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes ansiosos esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas.

Eran verdaderamente hermosos ejemplares.

Y ahora ¿qué haremos?, -preguntó el joven- 
¿las mataremos y beberemos con honor su sangre?

No, dijo el viejo.

¿Los cocinaremos y comeremos su carne?, propuso la joven.

No, repitió el viejo.
Harán esto:
tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero.
Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres...

El guerrero y la joven extrañados hicieron lo que les pidió el hechicero y soltaron los pájaros.

Entonces el águila y el halcón intentaron levantar el vuelo pero con las alas se entorpecieron y sólo consiguieron revolcarse por el suelo.
Unos minutos después, irritadas  por la incapacidad de volar, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

El viejo hechicero miró a los jóvenes y observó en sus rostros la comprensión de lo que acababa de mostrarles:

-Este es el conjuro que buscáis.
Jamás olvidéis lo que habéis visto.

Sois como el águila y el halcón.

Si os atáis el uno al otro, aunque sea por amor, no sólo viviréis arrastrándoos, sin poder nunca levantar el vuelo, sino que además, tarde o temprano, empezareis a lastimaros el uno al otro.
Si queréis que el amor perdure...
"volad  juntos, pero jamás atados"



























La realidád es que yo siempre fui y continuo sintiendome, un salvaje (nunca he entendido el sentido peyorativo que se le aplica a esta palabra) 
Siempre estaré orgulloso de serlo, de quien soy y cómo soy, de correr, saltar, aullar, reir salvajemente por sentir la verdadera vida, respirar profundamente y recrearme con los olores del atardecer, ese bendito tomillo o de las boñigas de las vacas (hasta eso huele bien)  de beber agua a borbotones de los arrollos, refrescarme con el viento del norte, y dioses.....de tumbarme sin prisas ni futuro en mitad de cualquier parte dejando el tiempo correr, en el único lugar donde uno puede ser y sentirse tan libre como en los primigenios origenes y notar que todos estamos conectados a pesar de las distancias que nos separan,  porque aunque no estemos unidos por sangre o tierra, en esencia lo estamos en espíritu...

yo soy como ellos, somos familia, hermanos...

 Mi  deseo es que todo aquel que en el futuro tenga predestinado encontrarse con este Gran Jefe reciba los mismos momentos y experiencias de libertad gozosa que viví…
 y espero que a su vez corresponda con todo el respeto y la protección que debe tener hacia la montaña.
















"Original Apache Mountain Spirit Dance Song"



Los dibujos han sido realizados en su mayoría por el maestro Martin Grelle

Las fotografías de los Nativos Americanos pertenecen a :
Edward Sheriff Curtis (1858 - 1952)
 

En 1899 participa como fotógrafo en una expedición a Alaska y en 1900 viaja a Montana para fotografiar la danza del sol en la Reserva de Piegan. Después de haber vendido una colección premiada a la familia del financiero J. P. Morgan, este se ofrece para financiar su gran proyecto: Documentar pictóricamente la vida de los nativos norteamericanos, colección de la que produjo 20 volúmenes y que fue vendida por suscripción. El primer volumen se publicó en 1907 y el último en 1930. Curtis trabajó más de 30 años en su intento de por lo menos documentar la vida, costumbres, mitos, hábitos, religión, y lenguas, de decenas de tribus americanas. Su respeto por las mismas, fue una de las razones por la que lentamente se fue ganando la confianza de los nativos. Paulatinamente acabó siendo aceptado como uno más. Esto le permitió participar en sus rituales secretos, como el de los 17 días de ayuno, donde pasado este tiempo se danza al son de los tambores, con el cuerpo pintado, tapado solo con un taparrabos y sosteniendo una serpiente de cascabel viva mordida con su boca. Se dice que los indios americanos consideraron a Curtis como uno de los pocos, quizá el único blanco a quien permitieron los chamanes, conocer "El Gran Misterio" a Manitú.
Las fotografías de Curtis, además de tener un indudable valor artístico, son un auténtico tesoro etnológico, sociológico y antropológico. Sus retratos poseen, además de una sensibilidad extraordinaria y una composición exquisita, un enorme valor científico. Los rostros de los indios nos miran fijamente con sus ojos oscuros, a través del tiempo y el espacio, inmortalizados para siempre en papel, desde una época antigua y lejana. Y a medida que observamos con detenimiento sus rostros, su humanidad se pone de manifiesto, vidas llenas de dignidad, pero también tristeza y pérdida, representantes de un mundo perdido que hace mucho que desapareció'.


























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